jueves, 23 de noviembre de 2017

Amelia Camelia


Amelia Camelia es una niña rara
Lo dice su madre
Lo dice su abuela
Lo dice también su amiga Cordelia.


Amelia Camelia viste cada día de un color distinto,
todo depende de cómo se sienta.
Si esa mañana está muy contenta
de amarillo se viste
de pies a cabeza.
Si por el contrario se levanta triste
de azul será toda su vestimenta.
Negro si tiene miedo, rojo si se enfada,

y marrón si siente pereza.


Amelia Camelia es una niña rara.
Lo dice su madre.
Lo dice su abuela.
Lo dice también su amiga Cordelia.

Amelia Camelia anuda en su pelo
decenas de cintas
de todos los colores
desde el añil profundo
hasta el rojo fuego.
Le gusta que el viento
juegue con ellas,
haciendo que las cintas
floten y bailen como pequeñas cometas.

Amelia Camelia es una niña rara.
Lo dice su madre.
Lo dice su abuela.
Lo dice también su amiga Cordelia.

Los días de lluvia Amelia Cordelia
sale sin paraguas
y sin chubasquero,
ni botas de agua.
Le gusta sentir las gotas que caen,
bailar al son que la lluvia toca,
mojarse la cara
mojarse las manos
empaparse el pelo
y pisar los charcos
grandes y pequeños.


Amelia Camelia es una niña rara.
Lo dice su madre.
Lo dice su abuela.
Lo dice también su amiga Cordelia.

Amelia Camelia pintó en su paraguas
muchas mariposas y algunas flores.
Cuando hace sol,
sale muy contenta,
se tumba en la hierba,
abre el paraguas
y le da mil vueltas,
mirando girar a las mariposas
y a todas las flores.

Amelia Camelia es una niña rara.
Lo dice su madre.
Lo dice su abuela.
Lo dice también su amiga Cordelia.

Amelia Camelia se inventa canciones,
se cuenta historias
de brujas y dragones.
Dibuja a su aire
gallos y leones,
árboles gigantes
y camaleones.

Amelia Camelia es una niña rara.
Lo dice su madre.
Lo dice su abuela.
Lo dice también su amiga Cordelia.
Y aunque todos dicen qué rara es Amelia
todos la quieren por ser como es ella.


martes, 27 de junio de 2017

Piratas de secano

Esta es la historia de un barco pirata,
un barco pirata en mitad del desierto,
un barco pirata con sus velas,
sus cañones,
su timón,
y hasta su pirata tuerto.
Son piratas de secano,
piratas de tierra adentro,
piratas que no han visto el mar,
ni un lago,
ni un río,
ni siquiera un riachuelo.
El enorme barco pirata,
surca la ardiente arena,
sobre unos grandes esquís,
empujado por el viento

que llena  todas sus velas.
Y en cubierta,
los piratas del desierto,
corren, gritan y tiran,
empujan, cantan y riñen
trabajan, bailan, charlan,
cocinan y  hasta ríen.
Pero sobre todo, sueñan,
sueñan con tesoros,
con barcos llenos de oro,
con abordajes y luchas,
con llevar al hombro un loro
y con exóticas islas
donde esconder sus huchas.
Pobres piratas sin agua,
pobres piratas sin mar,
pobres piratas miedicas
que no saben ni nadar.

Sueñan todos con ser
los mejores marineros,
los piratas más cañeros,
dueños de los siete mares,
temidos en el mundo entero.
El capitán Barba Seca
reunió a su tripulación
entre los más soñadores
que encontró por allí cerca.
Todos saben arriar velas
y también las saben izar,
todos manejan el timón
y por estrellas se guían.
Saben qué era estribor
y dónde está babor.
Nunca se pierden yendo a proa
ni les cuesta encontrar la popa.
Conocen los cuatro vientos,
las corrientes,
los mapas de navegación.
Son maestros con la espada
y expertos en abordajes,
son todos grandes piratas... pero tienen miedo al agua.
Pobres piratas sin agua,
pobres piratas sin mar,
pobres piratas miedicas,
que no saben ni nadar.
Por eso su barco no surca
ni el océano ni el  mar
nunca se ha mojado
ni se mojará jamás.
Por eso los piratas
son piratas de secano
que atraviesan el desierto
con su barco,
con sus velas,
sus cañones,
su timón
y con su pirata tuerto.


viernes, 20 de enero de 2017

Nico Perico

Una mañana, fría y lluviosa,
Una mañana nublada y ventosa,
Nico Perico perdió su pico,
a eso de las ocho y cinco,
cuando el viento, de un solo tirón,
se lo quitó y se lo llevó.

Nico Perico, corrió y corrió,
tras aquel viento tontorrón.
-¡Trae acá mi pico,
viento antipático!
-¡Devuelve mi pico,
viento cabezón!

Pero el viento no hizo caso,
y siguió volando sin detener el paso,
llevando el pico bajo su brazo
hasta el cielo, alto, muy alto.
Tan alto que Nico Perico ya no lo vio.

Nico Perico lloró y lloró:
-¿Sin mi pico qué haré yo?
Y pasó el lunes, y llegó el martes,
el miércoles al jueves paso dio,
amaneció el viernes,
despertó el sábado
y el domingo llegó y pasó,
y Nico Perico seguía llorando,
moqueando y suspirando.
-¿Sin mi pico, qué haré yo?

Su amigo Tico, harto de llanto,
le dijo a Nico: -¡No es para tanto!
Si quieres tu pico,
en vez de llorar,
ve donde el viento,
las cosas que se lleva suele dejar,
con un poco de suerte
seguro que lo encontrarás.

Nico Perico dijo a su amigo:
-¿Cómo no se me había ocurrido?
¡Vamos ahora mismo a buscar mi pico!
Y juntos se fueron Nico y Tico
en busca del pico del perico,
muy contentos y alegres los dos pajaricos.

Pronto llegaron al pie de la montaña
donde el viento deja todo lo que apaña,
y allí se encontraron montones de cosas
de las más normales a las más curiosas:
zapatos, pelucas, sombreros, castañas,
bufandas, paraguas, tres dentaduras, una lasaña,
macetas, pañuelos, gafas y varias arañas con legañas.

Y en un montón, bien apiñados,
docenas de picos, allí abandonados
por el loco viento
y su loco aliento.
Nico y Tico buscaron y rebuscaron,
entre aquellos picos de lo más variado:
picos muy pequeños y picos alargados,
picos chatos y picos afilados,
picos amarillos, negros y colorados,
picos de todos los colores, formas y tamaños.
Hasta que, por fin, ya casi agotados,
en el último montón y medio tapado,
encontraron el pico de Nico Perico.

¡Al fin Nico Perico recuperó su pico,
el que había perdido una mañana a las ocho y cinco,
cuando el viento, de un solo tirón,
se lo quitó y se lo llevó.


 Pilar, la osa polar, ha salido a patinar, con su patinete nuevo.